No siempre ando con los ojos pegados al cerebro; demasiadas veces, el calor parece haberles dado una autonomía cuasi abandonada. El cerebro se queja de la falta de sueño, y nada, absolutamente nada medra en ese agujero astral. Ni un guiño, más allá de algún recuerdo, que parece mecerse en la cadencia respiratoria de unos pulmones que reclaman frescor.
Hoy hace un día de los de freír huevos sobre el capó achicharrado de cualquier coche.
Sólo recuerdo la noche. El soplar las gotas de tus poros. El probar su sabor salado. El verte dormir. Envidiarte. Alejarme unos centímetros y enlazar un dedo en tu mano. Y soñarte. Soñarte siempre.
Como sueño tortillicas del sur. Y me pongo a pochar el bacalao, en un bol con dos cucharadas de aceite.
Y pico la cebolleta y el ajo tan fino que casi me muerdo la lengua. Ya lanzado, pico el perejil y la albahaca, al solaz de mi nariz, que se pierde por una terraza, invadida de olores de mar, mirando el amanecer en esa laguna salada que siempre fue el Mar Menor. Dejando mi mano en la tuya. Dejando mis ojos rebuscar una sonrisa en los tuyos. Desbrozar un beso pequeño. Sabroso. Lleno de futuro.
Junto lo picado en una ensaladera. Le agrego el bacalao, con o sin piel. Sin espinas seguro. Y dejando unos trocicos para morder.
Meto el resto de los ingredientes. Y a cucharazos hago esa pasta desleída que busco.
Y ya solo me falta que el aceite de la freidora coja calor. 180 grados.
Y mientras me abro ese Alter de Viña da Cal. Con ese olor a caminata en la Vía Láctea. Lo huelo. Lo paladeo. Le dejo que me traiga tantos recuerdos de ti. De mi. De los dos mirándonos. Con mi mano atravesando el mantel, para acariciarte la tuya.
Y comienzo a echar una cucharada sopera tras otra de pasta al aceite. Que no se quemen. Crujientes y melosas a la vez.
Y sorbo de melocotones y frutas de Alter, que parece enroscarse en las tortillas.
Y una gota que no es sudor me llega a la nariz. Se encarama. Me reta en los recuerdos de ese pasado futuro que nos espera.
Ingredientes 2 p.
- 100 gracias bacalao desalado
- 1 huevo
- 1 cebolleta
- 1 diente de ajo
- Una pizca de perejil y albahaca picadas
- 3 pistilos de azafrán
- 1 cucharada de aceite oliva
- 1 dcl de cerveza
- 50 gracias harina
- Sal y pimienta
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Miguel López CastanierCocinero, escritor, amante de la comida a fuego lento. Escritor por pasión y soñador por castigo. Aventurero de las letras y los fogones. Madrileño con raíces marsellesas, con 30 años de experiencia en las cocinas más elegantes y exclusivas del mundo. |
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