Las formas de las botellas de vino. Lo que ha cambiado lo de ir de vinos desde las ánforas. Ya había otros recipientes miles de años antes, pero los romanos las popularizaron y las produjeron casi en serie. No podía faltar el vino y debían llevarlo hasta el último rincón del imperio. Tenía sus desventajas, pero cumplía con su función: bien sellado evitaba la oxidación del aire. También que entrara en contacto con otros agentes externos que lo echaran a perder. Eso sí, lo del transporte era ya otra historia.
No era lo bastante fuerte como para no romperse con los vaivenes de las antiguas calzadas ni tan ligera para moverla con facilidad. Cabían 32 litros, aunque eso tampoco es demasiado. Más tarde, los barriles añadieron una nueva dificultad. Más capacidad, pero imposible servirlo directamente. Necesitaba de recipientes intermedios y, ¡lo que se debió derramar hasta dar con el adecuado!
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Soluciones cristalinas como el vidrio
Demasiado preciado como para estropearlo. Pues, tras varios siglos después de llevar el método científico, el del ensayo y error, hasta límites insospechados se dio con la solución definitiva. Cristalina como el vidrio, pero no tanto: la botella. Y a partir de ahí, nada es casual. Desde el tamaño hasta el grosor del cristal, el color y, por supuesto, la forma. Sí, casi todo influye para la conservación y envejecimiento del vino. Casi todo, menos la forma que responde a criterios más bien estéticos y de reconocimiento.
Así, el formato de botella más popular es el de 0,75 litros y eso está relacionado con la capacidad pulmonar de los sopladores de vidrio. Además, el vino puede verse alterado por la luz… De ahí su tinte verdoso y cada vez más oscuro para vinos con mayor complejidad en matices y crianza. Entonces, ¿por qué tienen formas tan distintas?
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Anatomía de una botella de vino
Lo han repetido en la escuela una mil y veces. Igual que todo lo de los romanos. El cuerpo humano tiene tres partes: cabeza, tronco y extremidades. Eso simplificando mucho, claro. Pues lo de la botella de vino es aún más sencillo. Solo tiene cuerpo. Sí, como los mejores vinos, pero solo es por casualidad. Ahí es donde podría estar la clave si no fuera porque la forma de la botella no afecta para nada a la conservación del vino. Solo hay que quitarle la cabeza, que no la boca que es donde va el corcho. Tampoco tiene brazos ni piernas y el resto es más o menos igual.
Luego ya viene lo de que el cuello es lo que une la cabeza con el tronco y lo hace a la altura de los hombros con su nuez y todo. Solo que en la botella se llama gollete y tiene forma de anillo. Y, por último, ya el cuerpo o tronco termina en la base que contiene una curva convexa llamada picada. Todo tiene su explicación y esta hendidura también viene de los antiguos sopladores. En algún sitio había que apoyar el vidrio para que se enfriara. Pues solo atendiendo a la forma y disposición de estos sencillos elementos se pueden distinguir las diferentes botellas de vino.
Las formas de las botellas de vino. Tipos de Botellas.
Siempre se repiten los mismos elementos en los más de doce mil millones, que se dicen pronto, de botellas de vidrio que se utilizan cada año para envasar vino. Eso, y lo más curioso, es que prácticamente todas, se corresponden con solo 5 o 6 modelos o diseños. Pues, otra curiosidad, es que la mayoría se llaman por el nombre de la región en la que se utilizaron por primera vez:
Botella bordelesa: la clásica de entre las clásicas
De Burdeos, como no podía ser de otra forma, que allí de vino saben un rato. La más común y la más extendida por todos los rincones del mundo. La que, si dicen piensa en una botella de vino, automáticamente viene a la cabeza. Cilíndrica y de hombros sin apenas inclinación. Unos 27,9 cm. de alto y 7.66 cm. de diámetro, aunque puede haber variaciones, pero no muchas. De hecho, es la que se tiene como referencia para todo, incluso para la capacidad de las vinotecas.
Es el vino más frutal y joven de la bodega, de maceración carbónica que enamora por sus aromas y delicioso sabor.
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Botella borgoñona: la más antigua de todos
También francesa, pero de la región de la Borgoña. Estilo, personalidad y dicen que es el diseño más antiguo y, probablemente, más repetido desde que se industrializó lo de la producción de botellas de vino. Por eso, se asocia a vinos especiales, diferentes y con un carácter único. Casi un símbolo de distinción. Más estilizado y quizá elegante. De hombros algo caídos y algo más de longitud y grosor. 28,7 cm. de altura y 8 cm. de diámetro para una botella de lo más elegante.
Tempranillo en estado puro que tras 12 meses de crianza resalta todos sus matices para convertirse en un auténtico vino de raza reflejo del alma de Rioja.
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Botella Rhin: diseño y funcionalismo alemán
Pues para estilización la de la botella Rhin. El nombre le viene del río de Alemania que también tiene sus buenos vinos. Sobre todo, en las regiones de Renania y Alsacia. Alta (hasta 35 cm. o más) delgada (apenas 7,6 cm.), sin apenas forma en los hombros y rubia. Ya que se suele utilizar para vinos blancos o rosados, aunque el vidrio suele estar coloreado de verde e, incluso, de azul. Menos frecuente, pero en España se suele ver bastante en el País Vasco con el famoso txakoli.
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Basa Lore combina a la perfección los principios de tradición y modernidad en la producción de sus excelentes vinos.
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Botella Champagne: la que no entiende de presiones
La cosa cambia y mucho si se habla de botellas de cava o espumoso. Como todas las anteriores su nombre le vine de la ciudad de Champagne-Ardenne y no hace falta ni decir la presión que tienen los vinos por allí. ¡Hasta 3 veces más que en el interior de un neumático! No hay vidrio convencional que lo resista sin que se haga añicos. De inspiración borgoñona, pero con el cristal más grueso para contener las burbujas. Lo normal, 30 cm. de alto y 8,84 cm. de alto.
Cava Mascaró Brut Nature Pure de Cavas Mascaró
El cava con toda su pureza e intensidad.
Absolutamente impresionante.
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Botella jerezana: la aportación española al embotellado
Pues si en Francia y en Alemania tienen sus propias botellas de vino… Aquí en España no se iba a ser menos. De inspiración bordelesa, pero con algo de forma en el cuello que también es algo más corto. Eso sí, es casi una patente exclusiva y prácticamente solo se utiliza para vinos de Jerez u Oporto. La mayor diferencia se encuentra en el color. Oscura, casi negra, y es que después de permanecer décadas en las soleras no hay echar a perder sus matices por un poco de luz.
Con alma marinera por su proximidad al Atlántico y llena de tradición.
Sedosa, compleja y delicada, esencia de Sanlúcar.
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