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Gazpacho de mango

Ma chère Poulette.

No lo puedo evitar. Hay veces que cualquier nadería me hace recordarte. Andaba pedaleando con desgana entre las salinas, vigilando de reojo los flamencos que se empeñaban en ignorarme, los vuelvepiedras que correteaban, poseídos de ese extraño frenesí que da el comer cangrejos y berberechos, los charrancitos revoloteando entre el griterío que arman camino de otra charca, cuando un vendaval, de exquisita melena, me ha adelantado con los cascos puestos, con los muslos tensos al ritmo de … Sabrás tú que música llevaba.

Ni los cuadros de una exposición justifican el perderse ese silencio claveteado por el murmullo de unas olas lejanas y cansinas, el crujir de las ruedas contra la gravilla, la risa histérica de un par de gaviotas y, allá en el recodo, la lenta parsimonia de dos garzas que se festejaban, festoneadas de plumas con las alas abiertas, en la danza de quien quiere perder para ganarlo. Y el suspiro de un levante que tuvo mejores tiempos enmarcados.

Pero, no te acordarás. Era el mismo camino, que al doblar frente a las encañizadas, se convierte en una línea recta, difusa, confusa, con una boca de mar a la derecha, el final de las salinas a la izquierda, y, enfrente, un arenal endunado, que no deja vislumbrar lo que el olfato y el oído ya te están prometiendo.

Por fin caíste. Jajaja.

Sí. Allí apostamos quién llegaba antes a la playa. Allí fue dónde empezamos a hacer la pantomima de correr parados. De intentar pedalear hacia atrás… Recuerda, quién llegase primero pagaba la apuesta. Sé, sin verte, que ahora sonríes. Mala. Bicho.

Recuerdo tu risa rivalizar con la de las sirenas que marchaban a Ítaca, en desbordado tropel, persiguiendo atunes en esta época del año. Tu pelo, en el vaivén de la locura de un par de vientos que se te querían escapar, enmarañados de raíz, bajando como una mazorca explotando por tu espalda.

Y recuerdo cómo te carcajeabas, viéndome de golpe, enjaezado de un ansia antigua, romper a esprintar, lanzado a bocajarro a una victoria en la que perdía… Dulzura.

Pero acá nuestros relatos siempre se han pegado bofetadas a cascoporro

Camino de una playa, en una época en la que cada día, cada hora, cada minuto, cada instante era un difícil examen que tenía que aprobar, mientras andabas delante, con los morros fruncidos de orgullo, y pasitos de bailarina de jota encallada, callada y taciturna.

En ese viaje, en el que conseguí que me mirases algo mejor.

Y yo la lié.

Llegaste a la playa triunfadora, tirando de tu bicicleta, ensillada de arena, como si llegases de las Termópilas.  Bañada en alegría. En victoria.

Tras el primer repecho de nada, enfilé por el otro camino, escondiéndome entre los hinojos de mar y los junquillos.

Te dejé pasar. Te dejé ganar. Sí. Egoísta de mi. Te hice perder ganando. Y yo que quería todo.

Yo llegué a pasitos. A tus espaldas. A dejarme enlazar por tus brazos, por tu cabellera. Y los demonios…

Hoy he llegado con la rapidez de la tortuga. He aplastado la bici contra la arena. Me he puesto el bañador, ese que ya odiabas.  Me he ido a mecer un rato en unas olas que me envolvían en mil abrazos. Y me he puesto a hablar con un flamenco, empeñado en bucear, tanto y tan bien, que dejaba solo asomar esa cola de pato blanca y ridícula, que parecía un trozo de corcho, o peor, una mota de espuma insulsa fuera del plato.

Y recordé el plato que te hice esa noche para aplacar las miradas de alta traición, con las que me regalaste ese fin de viaje. Así que cuando llegue a casa me dedicaré a pelar el mango, trocear el pan del vecino, poner media cebolleta, añadir un toque generoso de oloroso, unas gotitas de vinagre balsámico, un chorrón de aceite de oliva virgen de mi tierra.

Sal y pimienta.

Triturado todo a conciencia. Y lo aligeraré con agua sin burbujas.

Antes pasaré a comprarme un poco de Champagne. Lo abriré a tu salud. Porque el Gazpacho de Mango pienso tomármelo mañana frente al mar. Tal vez le dé algo al charrán, solo si me regala unos berberechos, que le van de lujo asiático. Es mi último día aquí.

Bisous ma chère. Et bonne chance.

Jean-Michel

INGREDIENTES Gazpacho de mango y oloroso

2 mangos maduros
50 gr pan
2 dcltr aceite de oliva
1 cucharada de vinagre balsámico
100 gr berberechos
1 cebolleta pequeña
Sal y pimienta

Miguel López Castanier

Cocinero, escritor, amante de la comida a fuego lento. Escritor por pasión y soñador por castigo.

Aventurero de las letras y los fogones.

Madrileño con raíces marsellesas, con 30 años de experiencia en las cocinas más elegantes y exclusivas del mundo.

CataTú es el Marketplace del vino donde podrás encontrar y comprar vino de las principales bodegas.

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