En varias ocasiones te habrás encontrado con un vino de mesa en un restaurante que te ha sorprendido por su sabor y por sus matices. Pero ¿por qué esa sorpresa? Tradicionalmente, es un vino que no ha gozado de ningún reconocimiento, debido a que su característica principal es que no se incluye en ninguna denominación de origen ni indicación geográfica protegida.
Esto le ha restado valor y siempre se ha recurrido a este tipo de vino como una opción básica (aunque eficaz) para acompañar la comida. En este artículo te hablamos de las sorpresas que algunos de estos vinos deparan a los paladares más entrenados en cuestión de caldos.
A continuación te ofrecemos una explicación de lo que se considera un vino de mesa.
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¿Qué es un vino de mesa?
Un vino de mesa se define como aquel que no está amparado bajo ninguna denominación de origen. Existe incluso un reglamento europeo del año 2008 que legisla sobre su etiquetado y denominación.
Por esta norma, este vino no puede incluir en su etiqueta el año de la cosecha, la zona vinícola a la que pertenece, qué variedades de uva incluye ni cuáles son sus características organolépticas. Y es que las uvas con las que se produce un vino de este tipo suelen proceder de lugares muy dispares, por lo que no puede restringirse a una zona geográfica concreta.
En el reglamento que te mencionamos unas líneas más arriba, la Unión Europa también hacía una distinción con el vino de calidad. Esto supuso un duro mazazo para aquellos vinos que, por no cumplir con los requisitos específicos para ser incluidos en una denominación de origen, quedaban relegados a una categoría inferior. Sin embargo, nada más lejos de la realidad, ya que muchos caldos de mesa pueden ser realmente interesantes.
Cabernet Sauvignon y Syrah, que se complementan con Negral, Petit Verdot, Cabernet Franc y Merlot para hacer un vino único e irrepetible que se caracteriza por su mineralidad. Además, 27 meses de crianza en roble francés lo hacen complejo, amplio y elegante para dejar huella del terruño único de Valquejigoso.
PRECIO POR
BOTELLA:
55.00€
La excepción: vinos de mesa buenos y caros
La excepción más llamativa dentro de este mundo es la existencia de los vinos supertoscanos. Se trata de un tipo de vino que procede de la región italiana de la Toscana.
Su calidad es reconocida por los expertos, pero no cuenta con ninguna certificación. Esto es debido a que su producción no se ajusta a los requisitos que solicita la comisión que otorga la certificación, ya que incluye un porcentaje muy elevado de tipos de uvas internacionales. Entre estas se encuentran algunas variedades típicas del vino de Burdeos, como la cabernet sauvignon y la merlot, en vez de dar más presencia a las típicas toscanas, como la trebbiano o la malvasía.
Esto ocurre con otros vinos que, por contar con variedades de uva no tradicionales en su zona o por recurrir a procesos poco convencionales, no consiguen el reconocimiento que merecen. Para paliar un poco este ostracismo al que se relega a ciertos vinos, cada país ha diseñado alternativas de denominación. En el caso de España, una orden del año 2006 regulaba la Indicación Geográfica «Viñedos de España» para todos aquellos vinos que se ajustaban a la mención «vino de la tierra».
Vinos de mesa de alta calidad
En resumidas cuentas, la próxima vez que pidas un vino de esta categoría recuerda que, aunque no dispongas de toda su información en la etiqueta, no tienes por qué estar delante de un vino de baja calidad. Sin embargo, si quieres asegurarte de una buena elección, puedes seguir la pirámide de calidad de vinos como guía para tus elecciones.
Pirámide de calidad de vinos
- En la base encontrarás el vino de mesa,
- un escalón más arriba el vino con IGP (indicación geográfica protegida),
- luego el vino con DOP (denominación de origen protegida),
- casi en la cumbre el vino con DOC (denominación de origen calificada, cuando el vino tiene más de 10 años con DOP) y, por último,
- el vino de pago (aquellos con características especiales conferidas por el suelo en el que han sido cultivados los viñedos).