Calabaza y vino. Si en Halloween todo fuera de caramelos, chicles, chocolatinas y otras chucherías sería el día más dulce del año y no el del suspense, el misterio y el horror… ¿Truco o trato? Ya están aquí… Lo decía la niña de Poltergheist mientras miraba un televisor sin sintonizar y, en realidad, lo sabe todo el mundo. Falta muy poco para la víspera de Todos los Santos. Sin duda, la cita más terrorífica del calendario en todo el mundo y por aquí cada vez un poco más.
La noche de los fantasmas y las apariciones. Y también la de otros grandes clásicos como las brujas y los conjuros o los vampiros, murciélagos y, por supuesto, las calabazas. No es cosa de hechizos, aunque esta última pueda dejar de ser carroza a las doce en punto de la noche. Tampoco hace falta mirar en una bola de cristal para saberlo ni preguntarle a un espejito mágico…
Maridajes terroríficamente divertidos: calabaza y vino.
Si el Conde Drácula hubiera probado alguno de los vinos de CataTú… la sangre ni la habría catado. Y es que para pasarlo de miedo no hay nada mejor que un tinto joven de La Rioja. Rojo, intenso y a la vez dulce como la… Lo saben en todas partes, de aquí a Transilvania. Sin embargo, lo de la calabaza es algo que ya no se entiende tan bien. Normal, porque la tradición de tallar en ellas caras espeluznantes para hacer linternas Jack-o’-lantern para ahuyentar a los espíritus malignos se originó en Irlanda. Más curioso aún es que originalmente se utilizan nabos y eso sí que ya da un poco más de susto. Sobre todo, a los niños si luego se las tienen que comer. Sea como sea, algo hay que hacer con la carne de los 100 millones de calabazas que se emplean los días previos a Halloween…